Eres más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que pareces y más inteligente de lo que piensas . (Winnie The Pooh)
Eran las tres de la tarde y corría por una carretera a penas transitada, el sol bañaba mi rostro pecoso y me hacía sudar, últimas gotas porque el invierno comienza a dejarse ver. Cansada de muchos kilómetros me sentía aún dichosa y con ganas de continuar. A veces es extraño como deseas llegar a casa y sin embargo no quieres dejar de correr aunque haya algún dolor que te golpee fuerte. Miraba al frente sumida en pensamientos caóticos y sin sentidos, era de esos días en los que la mente no dejaba de trabajar. La única música mi respiración y el zapateo de mis pies constante sobre el asfalto pero algo me hizo detenerme y pensar.
Vi esta imagen y todo se paró, no pude resistirme a hacerle la foto porque necesitaba captar ese instante de recuerdos y pensamientos. Volví a mi infancia, volví a recordar a un personaje que nos hizo llorar alguna vez “Dumbo” aquel elefante que consiguió volar con sus orejotas y su dulzura. Un personaje sincero que hizo de un “defecto” su gran virtud. Supo adaptarse al mundo y dar un giro a su vida. Cayó muchas veces y se levantó otras tantas. Al principio necesitó un ratoncillo que le dijera que había llegado a un árbol no por una borrachera sino porque había volado, y le diese una pluma mágica. Necesitó palabras, después amuleto y lo último creer en él para que sus pensamientos, sentimientos y emociones le hiciesen sentir que los sueños se hacen realidad.
Continué mis kilómetros con ese nombre en mis labios “Dumbo” y por un momento me sentí como él. No soy rápida, mis pisadas son imperfectas, he necesitado de una pluma que me puso Álvaro en mis deportes para alzar el vuelo y ahora que la pluma casi desapareció vuelo cómo y cuándo quiero, descubriendo la esencia de todo: creer en ti, tener alma, amarte tal y como eres. Cambiar aquello que no te gusta, moverte y no esperar que la luz llegue a ti porque la tienes dentro.
La princesa del desierto se va grabando con tinta en mi cuerpo con cada paso que doy, despojándome lentamente de nudos en la garganta, de ataduras emocionales, cubriendo mi pelo con pañuelos hechos de aventuras y mis pies con zapatos preparados para librar batallas pero sobre todo corro libre, levanto la vista y me embargan la belleza del momento, encuentro un motivo para continuar y no quiero pararme aún, el viento me sopla fuerte en la cara y las costillas se resienten pero mi interior no deja de gritarme por mucho que sople el viento, una montaña nunca se arrodillará a su paso. (Mulán)
Aquella tarde volví a sentir que corro con el alma y un trocito más de esa pluma se desprendió.