Hace años soñé que algún día me subiría al pódium de los 101km de Ronda, y no es que el pódium sea importante en mi vida en estos momentos, pero hubo un tiempo en que sentía que no brillaba y veía muy de lejos ser capaz de correr más de cien kilómetros sin descanso. Hoy puedo decir que brillé con luz propia. No por el resultado conseguido, sino porque dejé atrás una mochila del pasado… ¡Que bello es vivir!
Lo primero que hay que trabajar a la hora de afrontar este tipo de pruebas es la mente, un trabajo previo de días que en mi caso nutro con recuerdos, olores conocidos o besos de personas a las que quiero. En esta ocasión mi “talismán” ha sido mi sobrina de un año, Martina, por su fortaleza frente a la adversidad. Mi medalla de finisher es suya.
En Ronda me encuentro con caras conocidas, amigos con un mismo objetivo: Vivir esta prueba, y con un mismo pensamiento: “Mañana vamos a sufrir, el calor no nos dará tregua”. ¡Cuántas historias y motivos tenemos cada uno para estar aquí! Y es que es intenso respirar ese nerviosismo en las horas previas, observar a los que rezan, a los que gritan, a los que se emocionan y a los que corren ya aún sin moverse del lugar. ¿Que cuál soy yo? Supongo que un poco de cada uno.
Ceno con mi compañero de aventuras, Santi Pérez, frente a un paisaje que nunca olvidaremos, con nuestras confidencias. Luego a intento dormir, no pensar, pero recibo mensajes que desean darme toda la fuerza del mundo y al final, cuando estoy en la prueba recuerdo esas palabras.
A las 10:30 de la mañana me meto en el cajón de salida acompañada de un veterano y experto en este evento deportivo y de un amigo que se enfrenta por primera vez a los 101km. Gracias por esos momentos de risas y locuras, quizás no compartimos muchos kilómetros pero los poquito me hicieron tener un cariño especial por ambos.
Pistoletazo de salida y a correr. Por delante 101 kilómetros. Desde el principio mi estómago no va bien y comer se me pone complicado, pero decido usar la cabeza e hidratarme mucho y tomar algo de fruta.
En estas pruebas debes usar los momentos de “subidón” para que te ayuden a continuar. Para mí Setenil y el Cuartel son la clave. En Setenil, un público numeroso espera para recibir a los corredores, es como regresar a los últimos 100 metros de la Transvulcania, me emociono.
Ahora a por el segundo objetivo, llegar al Cuartel, coger el frontal y salir a buscar el kilómetro 83 donde me espera Kike, con una gran sonrisa y sus brazos. Llego al cuartel, como un poco de arroz de pie y dos tragos de refresco, cojo mi frontal y salgo a correr de nuevo. Levanto la vista y veo su silueta delgada esperándome. En ese instante siento que he ganado Ronda. Porque nadie ha hecho esto por mí y noto sus manos como la primera vez que me la ofreció en nuestra primera cuesta, sin saber ambos que eso iba a cambiar nuestras vidas.
Comenzamos la cuenta atrás restar kilómetros y avanzar, sueño con llegar a la cuesta del cachondeo donde los adoquines te llevan sólo de tantos valientes que han pasado por ahí de una manera u otra. A veces el paisaje nos paraba pero sobre todo ese manto de estrellas que al apagar el frontal podíamos disfrutar y sentir que la vida es Infinita.
Diviso la cuesta y rompo a llorar, me duele tanto las costillas, es tal el cansancio pero no puedo parar y es que estas sensaciones no sé cómo definirlas. Suena el teléfono es mi madre con su eterna voz de preocupación y con una pregunta: ¿Has sufrido mucho?. Me hago la dura y le respondo que no, en realidad solo deseo abrazarla y que me bese porque siempre diré que en sus besos hay magia para sanar los dolores más intensos.
Último kilómetro y nos recibe una calle llena de héroes, de familias que esperan con el corazón enardecido, de personas que pueden sentir cada paso que das. Beso su mano y nos despedimos, los últimos metros son míos. Quiero gritar, llorar, reír pero sólo lanzo un beso al cielo, beso las muñequeras de mis sobrinos y pronuncio un nombre, Martina.
“¡No te detengas!”, me grito en mi interior y, por fin… la Meta.
Al día siguiente subí a pódium a recibir un premio que no es sólo mío sino de muchos que me acompañáis:
Gracias a mi familia y amigos por tanto amor que recibo
Gracias a mi socio y compañero Álvaro Cuadrado que confía y cree ciegamente en lo que hago. Siempre tienes unas alas para que pueda cabalgar libremente por el monte y recordarme que somos niebla.
Gracias al equipo de Squareventures y Swing 28 por el trabajo que hacéis ¡Grande!
Gracias a Cocacola, Atei, Orbea y Serviprinter por apoyar el proyecto, sin vosotros nada sería posible.
Gracias a los medios de comunicación por ese apoyo y empujón para que La Princesa del desierto llegue a muchos rincones del mundo.
Gracias Kike por tu mano y tu corazón.